Silencio.
Quiero moverme, no puedo, no tengo espacio.
Trato de respirar pero el aire se está acabando.
Grito, pero la tierra ahoga los sonidos.
Se reunieron a mi alrededor, vestían de negro, lloraban.
Dos de ellos se acercaron.
"Que Dios esté contigo" decían mientras ataban mis pies y mis manos, "que Dios está contigo", mientras vendaban mis ojos.
Me levantaron, me depositaron en una caja.
Palabras en Latín. El cura rezaba mientras rociaba agua bendita sobre mi cuerpo.
Luego se marcharon.
Por qué te vas Marie, por qué te vas?
Solo quedaron aquellos dos. Taparon la caja, la hundieron en la fosa y cualquier indicio del mundo exterior desapareció.
Temían mis pústulas sangrantes, el contagio. Me dieron una túnica negra y colgaron una campana a mi cuello.
Tilín, tilín, el leproso se acerca.
Una vez, me acerqué a su cama mientras dormía y le acaricié los cabellos. Me descubrieron, fue cuando me encerraron.
Todas las noches venía a dejarme un pedacito de pan y una tajada de queso. Todas las tardes me dejaba un vaso de vino.
Nunca se acercaba, eslizaba los alimentos a través de un hueco de la puerta, para luego marcharse en silencio.
Por qué me abandonas?
De vez en cuando oía que se acercaban a mi puerta y rezaban: "Dios mío, no lo castigues más, perdónalo con tu infinita misericordia, te ofrecemos nuestras plegarias... Padre Nuestro que estás en los Cielos..."
Distinguía la voz de Marie sobre las demás; ojalá la hubiera escuchado dirigirse a mí.
Llamaron al sacerdote. Vino a expulsar los demonios que habitaban en mi interior.
El olor putrefacto de mi carne descomponiéndose inundaba el cuartito de mi cautiverio; entró cubriéndose la nariz y la boca con un pañuelo.
Rezos, plegarias, agua bendita. Luego lanzó contra la pared un pedazo de barro con la forma de un demonio. El ritual había concluído.
Las llagas se hicieron más profundas.
La bruja Agatha entró cargando un canasto lleno de botellitas de colores y hierbas medicinales, una última esperanza: a su lado iba Marie.
Quedate conmigo Marie.
Mientras preparaban la mezcla en un caldero, repetían en coro na vieja fórmula antigua. Al finalizar, me dieron de beber, me supo amarga.
Con los días empecé a perder mis sentidos, casi no podía moverme, ver, oler, sentir, degustar, escuchar.
Casi no noté cuando cuando vinieron hasta mi cuarto y me llevaron al lugar del olvido.
Un último intento de grito. Ahora me quedo inmóvil.
Te veo venir Marie, te veo venir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

felicitaciones esta buenisimo!!!
ResponderEliminar